lunes, 28 de noviembre de 2011

El sordo sonido del silencio

¡¡¡Hola a tod@s!!!
Os ecribo esto ya que mi mejor amiga se ha hecho un blog, El sordo sonido del silencio, y realmente me haría mucha ilusión que os pasaráis por allí porque personalmente me parece que lo que escribe es muy bueno, aunque ella diga que no jajajaja.
Además, ella me ha hecho publicidad a mi blog,¡por lo que me parece justo que yo se la haga también!
Muchas gracias,
Paula*

P.D: Esta semana no voy a tener tiempo para publicar, por lo que os agradecería mucho que me comprendiérais. ¡Esperad a viernes! Os quiero mucho!!!

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Capítulo 12

"¿Joe, dónde demonios te has metido?" Por mi mente pasaban suposiciones terribles sobre dónde estaba Joe. En el lugar donde la bomba había caído, justo a unos cinco metros de la entrada de la verja de la escuela, la gente se amontonaba allí. Mis ojos miraban y miraban y no se encontraban con los suyos. Peter seguro que sabía que estaba preocupada. Entré a clase porque quería parar de pensar en esas cosas. Justo en ese momento mis preocupaciones se disiparon. Eché a correr por el pasillo. Allí estaba él, como siempre haciendo los deberes de última hora.
-Eres muy capullo, lo sabes, ¿no?- Le dije de broma.
-Sí, el más capullo del pueblo.- Siguió mi broma.
-Si lo sé. No hace falta que lo admitas.- Acabé la broma.- Me preocupé por ti.
-Lo siento. Hoy llegué temprano para, ya sabes, los deberes.- Dijo Joe.
-Pues lo pasé fatal cuando llegué y no te vi.-Dije.
-No tenías por que preocuparte. Además, estabas enfadada conmigo.
-No, no lo estoy. Estoy enfadada con la Luftwaffe. ¿Le ha pasado algo a algún lugar del pueblo?- Pregunté.
-Creo que ha caído una bomba en la plaza mayor y  en la casa de el señor Parker.
-¿El señor Parker? ¿Nuesro profesor? ¿Enserio?- Dije impresionada.
-Sí, y tu padre tan pronto entró por la puerta el Señor Douglas se lo dijo y se fué a la casa del señor Parker.
-Ah. Pobrecitos...
Sonó el timbre y nos fuimos a clase. En el recreo Peter me agarró por la cintura delante de todo el mundo.
-Hola, preciosa.- Me susurró al oído.
-Peter. Nos está mirando todo el mundo.-Dije yo avergonzada.
-Y qué más dá. Que se mueran de envidia.-Dijo él y nos reímos.
-Oye, que me voy con mis amigas, ¿vale?
-Vale.- Y me sonrió con esa sonrisa matadora.

Me acerqué a mis compañeras.
-Esta noche casi me muero con las bombas. Nos enteramos que nos bombardeaban porque mi madre estaba regando las plantas de las macetas de la puerta y vio a todos eses aviones.-Dijo Molly.
-Y yo. Tenía ganas de salir a la calle para ver aquel panorama. Era muy tentador.- Dijo
-Sí, y que te cayera una bomba encima y no lo contaras, querida.- Dijo Fiona.
-¡Que alegría!- Dijo sarcásticamente Lauren.
-Callad, que yo estaba en el jardín con Peter y lo vimos. Corrimos como dos locos lo más que pudimos hasta la casa para avisar.
-Hablando del rey de Roma, ¿por qué Peter te agarró de la cintura antes?- Dijo Molly.
-Porque sí. Y ya.- Sentencié.
-Ya, claro.- Dijo desconfiada Fiona.
 Las siguiente hora el subdirector nos reunió a todos los alumnos para darnos máscaras anti-gas por si acaso la Luftwaffe tiraba bombas de gas. Me resultó una idea absurda. Pero había que acatar órdenes.
Las clases acabaron, papá nos había comunicado la muerte del señor Parker y todos nos pusimos algo tristes, pero Peter, tras hacer las tareas, me hizo una visita a mi estudio.
-No sabes cómo me gusta este lugar.-Dijo él tras cerrar la puerta.
-Y a mí.-Dije. Y me besó. Aquellos besos hipnotizadores. Adoraba sus labios. Pero la puerta nos interrumpió abriéndose de golpe.
-Agathe, Agathe, Aga...-Se paró Amelie, al vernos besar.- Peter, ¡si mami te viera!
-Amelie, enana. No puedes decirle esto a nadie, ¿vale?
-No sé, no sé, quizá si me das un pedazo de chocolate...-Dijo ella, intentando persuadir a su hermano.
-Vale, está bien.- Su hermano había caído en sus redes.
-Te quiero, Peter. Chaaaaao!- Se fue.
-Sabes, te quiero.- Dije yo.
-Y más.- Dijo él.
Y nos abrazamos perdiéndonos en el tiempo.
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Hola chicas!!!!
Muchas gracias por vuestros comentarios de apoyo, es lo que me inspira a la hora de escribir :D
Espero vuestros hermosos comentarios!!
Un besazo enorme,
Paula*

martes, 22 de noviembre de 2011

Premiooo!!!

Hola a tod@s!!!
Escribo esto porque resulta que Camille me ha otorgado un premio :D
Te lo agradezco MUCHÍSIMO!!!!
 Aquí están las reglas:
1) Anunciar el premio en la entrada.
2)Nominar a 12 blogs y enlazarlos
3)Avisar a los ganadores.

Aquí os dejo los premiados por mí (sí, ya sé que no son doce):
From Paris with love
Fanfic de One Direction
Mi vida en Manhattan
Gisela y Daniel. Su historia de amor.
Mi amor es solitario, mas nunca será un secreto.
El chico de la rosa.
Dreams can come true.
Mi bufanda de flores.

 Espero que disfutéis del premio, preciosas :D
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P.D: subiré un capítulo nuevo mañana. Un besito,
Paula*

sábado, 19 de noviembre de 2011

Capítulo 11 & decoración nueva :D

Me sentía eufórica. Él me abrazó fuerte.
-Te quiero.-Dijo Peter.
-Y yo.- Contesté.- Pero mis padres no se pueden enterar, que si no me matan.
-Vale.- Y me dió un beso en la frente. Nos llamaron a cenar.- Vayamos a cenar.
Bajamos por la escaleras y le recordé:
-Discrección.-Y le sonreí.
Durante la cena ni siquiera me miró. Solo habló conmigo para pedirme la sal. El resto del tiempo habló o con sus hermanos o con mi padre:
-¿Y qué opinas, Peter, sobre la presión que ejercen los alemanes sobre Inglaterra?-Dijo mi padre.
-Papá, sabes que no me gusta que se toque ese tema.-Solté yo.
-Pero Agathe, es un tema que es difícil de evitar, convives día a día con la guerra.-dijo mi padre.
-Pues entonces me voy. Se me ha ido el apetito.
-Ronald, mira lo que has hecho.- decía mi madre mientras yo subía por las escaleras.
Me encerré en mi habitación. Siempre el maldito tema de la guerra. Si nos mudamos al campo será para apartarnos de ella, en vez de no parar de darle vueltas al asunto en todas las comidas.
Me tumbé en mi cama. El tiempo pasó sin darme cuenta hasta que llamaron a mi puerta. La abrí.
 Lo abracé muy fuerte y le pregunté.
-No le contestarías a mi padre, ¿no?- Le dije a Peter. él hizo una mueca que significó un sí.- Ah, muy bien. Y yo aquí sin que te importara.
-Discrección, ¿recuerdas?- Dijo él sonriendo.Y me besó dulcemente.
Me sacó una sonrisa de oreja a oreja.
-¿Vamos al jardín?. El cielo ha clareado y hace bochorno, no hace frío.-Dije yo.
Le dije a mi madre, que estaba en la cocina con Muriel que íbamos un rato al jardín. Ella nos dejó ir.
La luna, llena y brillante, iluminaba débilmente nuestros rostros. Nos sentamos en la hierba a ver el firmamento. Él me dijo al oído:
-Esto es maravilloso. En Londres no se podía disfrutar asi de tanata tranquilidad.
-Lo sé. Por eso este lugar es maravilloso.
Hablamos y mirábamos al cielo. De pronto, oímos un ruido como un zumbido. Ambos lo conocíamos bien. Lo que esperábamos ver en el firmamento apareció. Cientos y cientos de aviones alemanes.
-Mierda. Junkers 87. Stukas.-Me cojió del brazo y corrimos hacia la casa tan rápido como pudimos. La adrenalina corría por mis venas a cien por hora. Abrimos la puerta y Peter gritó:
-¡¡¡¡Nos bombardean!!!!!¡¡¡¡APAGAD LAS LUCES!!!!- Gritó en un tono que retumbó por toda la casa.
Todos salieron, y mi padre djo en voz alta:
-¡Al salón! ¡YA!
Mi cuerpo del miedo estaba paralizado. Peter tiró de mi brazo y volví a la realidad. ¿Por qué? Cómo pueden bombardear un pueblo tan pequeño. Seguro que se dirigían a Nottingham, ya que quedaba relativamente cerca de nuestro pueblo.
Estabamos Peter y yo asomados a la ventana, mientras los demás estaban en el sofáy los niños se tapaban los oídos porque temían al ruuido de las bombas. Cada poco oíamos los estallidos de las bombas, y veíamos las luces de los fuegos que estas producían. Me sentía impotente. A saber lo que estaba ardiendo. Quizá el ayuntamiento, quizá la escuela, incluso puede que estuviera ardiendo la casa de una de mis amigas. Y qué suerte que avisamos a tiempo, porque si no llegamos a tiempo puede que en aquel momento nuestra casa estuviera en llamas.
-¿Cómo sabías que eran Stukas?- Susurré al oído de Peter.
-Aparte del sonido que producen, con la luna vi sus alas, tan características. Mi padre me obligó a aprender los tipos de aviones tanto alemanes como ingleses.-Dijo él.
-Esto es muy triste. Nunca pensé que la Luftwaffe llegaría a bombardear lugares como este.-Dije yo.
Las ventanas temblaban cada vez que una bomba explotaba. Me recordaba a cuando vivíamos en Londres.
La noche pasó, pero por suerte cayeron pocas bombas más.
Por la mañana, antes de ir a clase, escuché en la radio que varios pueblos de Ingalaterra habían sido bombardeados por el ejército alemán  mientras se dirigían a otras ciudades más grandes.
Peter y yo nos fuimos a clase. Pero un panorama nos esperaba en la entrada. Como se pondría papá, que ya había llegado antes. Una bomba había caído en la verja de la escuela. Miré alrededor pero no veía a Joe. Comencé a preocuparme por él.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Capítulo 10

Domingo por la mañana. Nos dirigíamos a la iglesia. No me gustaba ir. Pero mi madre nos obligaba, y digo obligada porque mi padre decía que podía ir o no, era mi elección.
Como en todas las iglesias inglesas, cada familia tenía su propio sitio. Vi de lejos Joe, pero no le vi nada sospechoso en su cara.
Al acabar, salí rápido de aquel lugar. Le dije a mi padre que ya iba andando a casa y él no se opuso. Cogí a Joe del brazo y lo llevé a un lugar apartado. Allí comencé a interrogarle.
-¿Te han pegado?- Solté, y él me miró extrañado.
-¿Por qué lo dices?-Dijo él.
-Porque Peter ayer tenía lastimados los nudillos- Dije. Y le agarré la mano para verles los suyos. Estaban como los de Peter. Me decepcioné.- ¿A quien le pegaste, Joe?
-Vale, sí, le pegué a al tronco de un árbol para contenerme de no rebentarle la cara a Peter.- Dijo él, enfadado.
-Mira, no te voy a preguntar por qué. Porque me da miedo la respuesta. Sois un par de brutos los dos. Me voy.- Y me di la vuelta. Joe agarró de mi mano, pero yo de un tirón me libré.
-Agathe, espera...- Oía su voz suplicante, pero me marché a paso firme.
Las horas pasaban. La tarde se iba. Aquel juego al que estaba jugando con Amelie era aborrecedor. Entonces, ella se levantó y suelta:
-Que paciencia tienes, Agathe, porque yo no. Este juego me aburre. Me voy.- Y tras darme un beso se fue, dejándome todo para recoger.
Mi madre, que leía en el diván de la sala, dijo riéndose:
-Tiene razón.-Y no paraba de reír.
-Y lo sé.- Dije molesta.
-No te enfades, querida, es verdad. Sólo a ti se te ocurre jugar a ese juego. Recójelo y vete a ver qué hacen tu hermano y George.
Recojí y subí a la sala de juegos, donde estaban los hombres de la casa en un circulo en en suelo.
-Hola, Agathe, pasa, pasa, que estamos haciendo una maqueta.- Dijo mi padre emocionado.
-Mira Agathe. George y yo estamos ayudando.- Dijo mi hermano.
-Sí, le ponemos pegamento a las piezas.- Dijo orgulloso George.
-Caramba, pues sí que os está quedando bonito. Casi mejor que os dejo que la hagáis vosotros.- Dije yo
Peter hizo un gesto para que me sentara en el suelo. Pero yo le hice otro para que viniera él. Y me siguió fuera de la sala de los juguetes.
-Eres estúpido. Joe me ha contado que casi os pegáis. ¿Acaso no te ha escrito tu madre diciendo que no te pegues con nadie?.- Se me escapó lo de la carta.
-¿Has leído la carta que escribió mi madre?- Preguntó sorprendido.
-Pasaba por la sala y te oí leerla a tus hermanos.- Dije cabizbaja.
-¿Y por qué diantres me llamas estúpido?¿Acaso no le puedo pegar a alguien?-Dijo alporizado.
-No. No puedes.- Ahora déjame. Y corrí a encerrarme a mi estudio.
El tocaba a la puerta y yo no le abría. Hasta una media hora después no abrí la puerta otra vez, ya que pensaba que se había ido, pero no era así. Estaba apoyado en el marco de la puerta.
-Vete. ¿Por qué sigues aquí?- Dije mirándolo de mala gana.
No me contestó. En cambio, me agarró y nos llevó a mi y a mi vestido que tanto vuelo tenía hacia dentro de mi estudio. Me acorraló contra la pared, con sus brazos apoyados en la pared a ambos lados de mi cuerpo. No me podía escabullir.
-¿Pero qué demonios te pasa? No me voy a ir de aquí hasta que me lo cuentes.- Dijo Peter con un tono enfadado, aunque no gritaba.
Tenía ganas de gritarle con todas mis fuerzas que lo amaba con todo mi ser, que no podía estar alejada de él, que él era mi adicción. Me callé, no se lo podía decir.
-No me pasa nada.- Mentí.
-No te creo. A ti te pasa algo y quiero que me lo cuentes. Tú no eres así. No eres tan arisca, ni tan borde. Eres una muchacha dulce, simpática y carismática. ¡Oh, Agathe, me vuelves loco!- Dijo él. Parecía desahogado.
-¡¿Qué?!- Grité.- No, no puede ser. Basta.
-¿Cómo que basta? Te quiero, Agathe Perkins, te amo con todas mis fuerzas y tú no haces más que apartarte de mi. ¿Acaso tú no me quieres? Dime que no y te dejo en paz.- Dijo él.
-Yo no te merezco. Mírame. Soy toda defectos. Es más, soy la persona más defectuosa del mundo.- Dije yo. Oh, ¡estaba tan delicioso en esa postura!
-Son eses defectos, Agathe, los que te hacen tan perfecta y hermosa. No me hagas sufrir, por favor.
-Pero...-No me dio tiempo a reprocharle que eso era mentira, porque me agarró de la cintura y me dió el mejor beso de mi vida. Sus labios eran dulces y cálidos.
Por fin, eses labios que yo tanto deseaba, estaban donde tenían que estar.
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Hola a tod@s!!!!
¿Qué tal estáis? Espero que bien :D
Bueno, pues he adelantado en subir el capítulo 10 porque ¡¡¡¡ ya hay más de 1000 visitas!!!!!
Sí, ya sé que son pocas, pero aún así me hace mucha ilusión y además ya hay 10 seguidores :D
Sólo os quería dar las gracias a todos mis lectores y lectoras y espero que os haya gustado el capítulo y que comentéis y tal.
Un gran saludo, 
Paula*


martes, 15 de noviembre de 2011

¡Ya está!

¡YA LO TENGO, YA LO TENGO!
¡Ya tengo nuevo blog! Sí, ya tengo el prólogo subido y espero que os paséis por allí y comentéis y os hagáis miembros, que me haría mucha ilusión :D
¡Ah! Ya se me olvidada. Os dejo el enlace aquí abajo:



No os enfadéis si ahora tardo un poco más en publicar de ahora en adelante, por favor (que por cierto, subo un nuevo capítulo en cada novela el viernes, ¿vale?)



Un saludo a tod@s!!!!!!!
Paula*

lunes, 14 de noviembre de 2011

Historia nueva :)

¡Hoooola!
Esta mañana me ha venido la inspiración y he decidido comenzar otra historia :D
¿Qué os parece?
Irá sobre la historia de una chica que vive en Londres (sí, qué le queréis, esa ciudad me tiene enamorada), y sobre lo que le pasa día a día; y se enamorará. (Lógico, ¿no?)
Iré empezándola poco a poco, y cuando tenga ya un par de capítulos hecho, haré otro blog para poder subir los capítulos allí.
Bueno, muchas gracias a todas mis lectoras y lectores :D

Cuidaros mucho,
Paula*


sábado, 12 de noviembre de 2011

Capítulo 9

Joe y Peter. El viento alborotaba sus cabellos. La cara de Peter enrojeció. Estaba furioso. Y comenzó a decir:
-No puede ser Agathe. No me hagas esto. Ambos sabemos cuánto la quiero.
-Y yo también la quiero. Y lo he dicho antes.- dijo Joe.
No quería oír más. Cojí a Molly por el brazo cuando Peter le iba a contestar a Joe. Nos alejamos y escuchaba de fondo voces, pero no distinguía lo que decían. Me daba igual. Decidí que estábamos lo suficientemente alejadas para parar, cerca de la entrada del jardín. Molly gritó:
-¡Pero cómo puedes hacer esto! Aquella conversación estaba muy interesante. Joe y Peter. ¡Joe y Peter!- Repitió, bajando el tono de voz.- Los tienes a los dos enamorados de ti. INCREÍBLE. ¡Yo también quiero un novio!
-Espera, espera. Ya sé que a ti te encanta escuchar las conversaciones ajenas, pero la cuestión es que a mí no. No lo entiendes. Ahora mismo estoy siendo la persona con más frustración del mundo.- Hacía aspavientos con la mano.- El hecho de que estén dos personas discutiendo por quién está más enamorado de mi me hace sentir una mala persona. Porque esto me supera. Primero lo de la mañana y ahora esto.
Porque si fueras comprensiva, ahora, en vez de regañarme por no haberme quedado allí como una cotilla, deberías estar ayudándome a pensar qué demonios hago yo ahora.- dije malhumorada.
-Lo siento mucho, Agathe. ¿Qué pretendes hacer?
-¡Ah! Y me lo dices ahora. Pues si te digo la verdad, no lo sé. Tendré que aparentar que no sé nada del tema, aunque me cueste. Me voy, que ya está oscureciendo.- Le di dos besos en las mejillas en señal de despedida.
Encaminé mi cuerpo por aquella maldita cuesta que se dirigía a la casa. Peter y Joe. No me lo esperaba para nada. ¿Qué iba a hacer? Ya lo vería sobre la marcha de aquella situación.
Llegué a la gran verja de la mansión. La traspasé. Unos rayos de sol se filtraban por las nubes. Aquella luz reflejaba en las hojas de los árboles, que tenían un color ámbar precioso. Además, la tormenta de la madrugada de aquel había dejado un olor peculiar en el aire. Me gustaba aquella sensación. Me dirigía a la gran puerta principal pero cambié de idea. Fui al jardín trasero y me senté en aquel banco de madera de lado del lago. Dejé que la última luz del día me hipnotizara. Cerré los ojos y me dejé ir. No sé cuanto tiempo me quedé allí, quizá unos veinte minutos, pero me podía quedar más tiempo si no fuera que unas gotas de agua comenzaran a mojar mi cara. Corrí hacia dentro. La puerta trasera estaba abierta y entré por allí. Fui a la cocina y vi que no había nadie. En cambio, había una nota en la mesa. Aquella caligrafía era un poco tosca, y decía así:
“Agathe, voy un rato a casa de la vecina a pedirle unos esquejes de unas plantas magníficas que le vi hace unas semanas. Vuelvo pronto, Muriel.”
Oh, la señora Martha Atwood, aquella señora que adoraba sus plantas y se desvivía por ellas.
Fui al salón y me senté en un diván cerca de la estantería. En una mesa que había al lado de este, se encontraba un libro antiguo. Lo cogí y justo se abrió por una página en la que había un papel escrito: “"La mejor manera de librarse de la tentación es caer en ella.- Oscar Wilde.”
Oscar Wilde. Había leído obras suyas, como “El fantasma de Canterville”.
Encendí la radio. El locutor decía: “ Y ahora una pieza magnífica de Glenn Miller. Disfrútenla”. Me levanté y comencé a balancearme al son de la música. Tarareaba la letra. Mis preocupaciones se disipaban.
No oí la puerta, pero alguien me agarró de la cintura. Me asusté. Era Peter, menos mal. Me sonrió, se puso de frente a mí, me agarró, y comenzamos a bailar. Nos reíamos, nos lo estábamos pasando bien. En ese momento no sabía que hacer, si irme o quedarme. No sabía que supiera bailar tan bien. La canción terminó.
-Vaya, qué bien bailas.- Dije yo.
-Ya ves, mi madre se empeñó en que aprendiera.- Dijo Peter.- Perdona si te asusté antes.
-No pasa nada.- Sonreí. Me fijé en sus manos. Sus nudillos estaban un poco ensangrentados. No me corté y pregunté qué le había pasado.- ¿Qué le han pasado a tus nudillos? Cuéntamelo ya.- dije persuasivamente.
-No me ha pasado nada malo. Sólo que iba por la plaza de lado del ayuntamiento y sin querer levanté la mano y me la rasqué. No te preocupes.- Dijo suavemente.
Yo sabía que no era así. Mi mente pensaba que él le pegara a Joe. Ya lo vería mañana en la iglesia.
-Ten más cuidado la próxima vez, ¿vale?- Dije, siguiéndole la corriente. Peter sonrió.
La música volvió a sonar. Esta canción me gustaba más que la otra. Él me tendió la mano para bailar. Acepté sonriendo. Y nos volvimos a sumergir entre las notas de la música. Peter agarraba fuertemente de mi cintura. Era tan alto que tenia que estirar los brazos para llegar a su cuello. Notaba su colonia. Era la de su padre, según me había contado mi madre. Olía muy bien. Acariciaba su pelo, era tan sedoso... Y él me inclinó para atrás, quedándonos muy juntos
La puerta nos interrumpió y Muriel al vernos nos saludó. Por suerte no nos viera bailar.
-Hola niños, lo siento por venir aún ahora, pero la señora Atwood no para de elogiar sus plantas.- Se disculpó.- Bueno, voy a haceros la cena. Ya os llamo dentro de un rato, cuando esté lista.
-Vale, Muriel, no se preocupe.- Dijo Peter.
Y Muriel se fue. Nos sentamos en el sofá. Y yo que era tan curiosa, solté:
-Oye, ¿en Londres tenías novia?- dije yo tan pancha.
-¿Por qué lo quieres saber?- dijo él.
-Porque si la tenías, ella tenía mucha suerte.- Dije sinceramente.
-Gracias. Y novia, lo que se dice novia, no. No tenía. Ellas coqueteaban conmigo pero yo no les hacía caso.- dijo Peter.
Y seguimos hablando hasta que Muriel nos llamó para cenar. La cena transcurrió con total normalidad, hablabamos con Muriel de lo que hiciéramos aquel día.
A las once en punto llegaron papá, mamá y los niños. George y Amelie fueron a saludar a Peter y a contarle lo bien que se lo pasaron.
Papá fue a su despacho a guardar unos papeles que el señor Parker le había dado. Entré tras de él.
-Hola, papá.- Dije alegremente.
-Hola Agathe. ¿Qué tal has pasado la tarde?-dijo tras darme un beso.
-Pues bajé con Molly al pueblo.
-Agathe, escucha,  no te pongas así por lo de la mañana. Entiendo que lo pases mal por toda esa gente, de verdad.- Tocó mi padre el tema de la mañana.
-Papá, no sé nada de mis amigas desde que venimos aquí. Y no hemos vuelto a Londres.- sollocé.
-¿Y crees que tal y como bombardean Londres cada noche es posible de ir allí? Entiéndelo, Agathe. Cuando disminuyan los bombardeos te juro que vamos a Londres.
-Vale, papá.- Dije mientras me secaba las lágrimas de los ojos.
-Venga, vete a dormir, que ya es tarde.- Me dio un beso y yo se lo devolví.
-Hasta mañana, papá.
Subí por las escaleras y vi que Peter también, por lo que subimos ya juntos. Cuando llegamos a las puertas de las habitaciones, él me dijo:
-Buenas noches, Agathe. Que duermas bien.- Y me plantó un beso en la mejilla con aquellos suaves labios.
-Buenas noches, Peter.- Dije yo, sonrojada.
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¡Hola! ¿Qué tal todo?
Haber si este capítulo os gusta, y espero que lo reflejéis en vuestros comentarios :D
Por cierto, ¿ Habéis votado ya en la encuesta que está a la derecha del principio de la página? Necesito que votéis, porque es necesario que sepa con quien queréis que se quede Agathe para poder continuar escribiendo.
Un saludo enorme a todos!!!
Paula*

domingo, 6 de noviembre de 2011

Capítulo 8

Llegué a casa justo cuando se estaban sentando a la mesa. Disculpé mi demora:
-Lo siento, es que me encontré con Joe y el tiempo se me ha volado.
-Bueno, pues la próxima vez intenta mirar el reloj más frecuentemente.- Dijo mi madre.- Peter, ¿qué vas a hacer esta tarde?- Cambió de tema mamá.
-Pues, verá señora Perkins, después de comer me disponía a preguntarles a usted y al señor Perkins si me dejaban ir a pasear con mis compañeros de clase.- Me extrañó que fuera tan formal hablando.
-Claro que puedes, Peter, pero por favor, llámame Ronald. ¿Cuántas veces te lo tengo que repetir?- Dijo papá, feliz.- ¿Y tú, Agathe?
-Pues, la verdad, no lo sé. Quizá me quede en casa, o puede que vaya a pasear por ahí.- Dije yo, sinceramente.
-Ah, me parece bien. Tu padre y yo vamos a ver a los Parker. ¿Sabes quiénes son?- Dijo mi madre.
-¿El señor Parker no es el profesor de literatura?-Dije, segura de lo que decía.
-Sí. Los pequeños se irán con nosotros, ya que Jonathan Parker tiene dos hijos también.- Dijo papá.
Acabamos de comer y subí a mi habitación. Me puse a leer. Pronto me interrumpieron llamando a mi puerta. Fui a abrirla y me encontré a Amelie.
-¡Hola, Agathe!-Dijo ella muy risueña.
-¡Hola!¿Qué haces tú por aquí, enana? Pasa, no te quedes ahí fuera.- La invité a entrar. Y ella se sentó de un salto en mi cama.
-Agathe, ¿te gusta mi vestido?-Me sorprendió.
-Claro que si. ¿Por qué lo dices?
-Porque me gusta el hijo del señor Parker.-Dijo ella. Me quedé sorprendida.¿Cómo a una niña de siete, ¡siete años!, le podía gustar un niño a su edad? Seguro que era un amor de chiquillos, por eso, le seguí el juego.
-Caramba. ¿Y qué quieres que haga yo?
-¿Me peinas? Mamá me hacía una trenza siempre que salíamos a pasear por Regent's Park con la abuela.
Pobrecita, seguro que hechaba de menos a su madre. Margaret Jones, su madre, había enviado el día anterior una carta a sus hijos. Peter se la estaba leyendo a su hermanos en el salón después de cenar cuando yo pasaba por ahí y me quedé de lado del arco del salón, sin que me vieran. La carta decía así:


“Mis queridos niños,
Aquí en el hospital, todo es muy triste. Salas y salas llenas de heridos. Y cada día llegan más. Estamos casi al límite de capacidad y mis compañeras y yo casi no damos abasto.
¿Qué tal os encontráis con los Perkins? Seguro que muy bien. Laura Perkins es muy cariñosa y atenta. Recuerdo cómo paseábamos juntas con sus hijos cuando erais pequeños. Pero al mudarnos ya no nos veíamos mucho, y cuando lo hacíamos, era sin vosotros. Ronald quedaba mucho con vuestro padre. Iban al club de lectores, el que estaba en Edware Road.
¡Oh, Vuestro padre!. El otro día recibí una carta suya. Cuenta que un día casi lo derriban en pleno vuelo sobre el mar. ¡Qué suerte tuvo cuando el caza alemán falló! Espero que no le pase nada ni que lo tengan que llevar herido a un hospital. Me moriría de pena si os pasara algo a vosotros o a vuestro padre.
Amelie, seguro que Laura te hace peinados como se los hacía a Agathe cuando era pequeña. ¡Cuánto disfrutába ella y poniéndole vestidos y pequeños lacitos en el pelo! Casi o más que yo a ti. Ahora que te tiene ahí no dudará en ponerte toda mona. ¿Tendrás ya muchas amigas? Eres muy sociable. Por favor, no llores por las noches, ¿vale?
George, probablemente tú y Lucas estáis todo el día corriendo por la casa adelante. Sois muy inquietos los dos. Ay, mi pequeño demonio, ¡pórtate bien! Y céntrate, que eres muy despistado. Esas matemáticas van bien, ¿no? Seguro que sí.
Peter, querido, cuida de tus hermanos. Eres el mayor, por lo tanto, ya sabes lo que hay. Estudia mucho y compórtate. Que no pase lo del metro. Y trata bien a Agathe, que es un cielo de niña. Ahora ya será una mujercita. Aún recuerdo cuando tú y ella discutíais por los juguetes. Tú le querías cortar el pelo a sus muñecas y ella quería jugar con tu aro. Ella siempre acababa llorando, pero teníais sólo 3 y 4 años. ¿Verdad que es muy guapa? Tiene unos ojos avellana hermosos y una sonrisa encantadora. Si es un poco arisca, no te preocupes, con el tiempo ya cojerá confianza. Es como su padre, son muy parecidos.
Le he enviado una carta a Ronald, contándole otras cosas. Papá me ha dicho que también os ha enviado una carta, pero creo que tardará más en llegar, está muy lejos de Inglaterra. Ojalá esto se acabara pronto, y pudiéramos estar otra vez juntos. Pero el final del túnel aún se ve distante.
Nunca, y repito, nunca, olvidéis que os quiero más que a nada en el mundo. Portaros bien. Espero que en Navidades pueda haceros una visita.
Os quiere mucho,
Mamá”


Me sorprendí al saber que Margaret Jones sabía tanto de mí. Volví de mis cavilaciones y le contesté amablemente:
-Pues claro que sí. Venga, siéntate en el tocador.- Y ella corrió a sentarse. Le cepillé el pelo.- ¿Por dónde empiezo a hacerla, por la raíz o solo te la hago por un lado.
-Por un lado. Oye, Agathe, ¿tienes lacitos para el pelo?- Me preguntó.
-Sí, claro. ¿De qué color lo quieres?- Dije mientras abría un cajón del tocador, donde estaban toda mi colección de lazos.
-Tu mamá me va a poner mi vestido de cuadros escoceses. ¿Me pones el de color rojo?- Dijo ella.
-Rojo se ha dicho.- Y comencé a hacerle la trenza con todo el cuidado del mundo. Al acabar le puse el lazo rojo que me pidiera.
-Muchas gracias, Agathe.- Y me dio un beso en la mejilla.- Me voy a vestirme.- Y justo mi madre abrió la puerta en ese momento.
-¡Ah! Estáis ahí. Te estaba buscando, Amelie. Hay que cambiarnos. ¿Quién te ha hecho esa trenza tan bonita?
-Fue Agathe, y ella me puso este lacito en la trenza. ¿Te gusta?
-Me encanta.- Le dijo mi madre. Después, ella se dirigió a mí.- Agathe, si vas a pasear, ten cuidado que, aunque haya despejado un poco, la tierra está mojada y puedes resbalar, ¿vale?
-Vale, mamá. ¿A qué hora llegaréis?- Dije yo.
-Nos quedaremos a cenar allí, por lo que llegaremos sobre las once o así.
-Mamá, ¿porqué no va Peter con vosotros?- Pregunté. Y ella me respondió con otra pregunta.
-¿Y porqué no vas tú? Porque no quieres, ¿no? Pues él lo mismo. Aunque no os perdéis nada, no te preocupes.
-Vale, mamá. Gracias.- Y le dí un beso en la mejilla.
-Portate bien, cariño. Nos vamos a cambiar de vestido.-Y se fueron las dos.
Ya se fueran papá, mamá y los niños. En casa sólo estábamos Muriel, la cocinera, y yo. Fui a la cocina a hablar con Muriel.
-Hola, Muriel. ¿Que tal está?-Pregunté educadamente.
-¡Oh! Hola, Agathe. Pues estoy muy bien, la verdad.- Me contestó ella.
-No sé que hacer esta tarde. No sé si ir a pasear o quedarme en casa. ¿Qué opina?
-Pues yo opino que salgas a tomar el aire, que aquí en casa no hay nada que hacer.
-Tiene razón. Voy a llamar a Molly.-Se lo dije y me fui.
Marqué lentamente los números, girando la ruedecilla. Me contestó ella:
-¿Sí?
-Molly, soy Agathe.
-Hola, Agathe. ¿Pasó algo?
-No. ¿Quieres venir a dar un paseo?
-¡Vale! ¿Quedamos en la plaza en un cuarto de hora?- Dijo ella rápidamente
-Vale. Hasta ahora.- Me despedí.
Allí estaba ella, sentada en un banco, leyendo un libro, como siempre. Alzó la cabeza y me vio. Hizo unos aspavientos con las manos para que la viera.
-Hola, Molly. Te tengo que contar una cosa que me pasó esta mañana.- Se lo conté. Y ella soltó:
-Dios mío, tú lo que estas es enamorada. ¡Enamorada de Joe!- Gritó ella.
-¡Que no! No me gusta. Es, simplemente, un buen amigo. Y ya está.
-¿Seguro?- Sabía que si yo decía algo era casi imposible de cuestionar.
-Seguro.- Afirmé.
Nos encaminábamos al jardín botánico. Siempre íbamos a aquel lugar. Nos gustaba a todos mis amigos.
Estábamos buscando un lugar apartado para sentarnos cuando, detrás de unos árboles, oímos unas voces masculinas.
-¿Qué me estás diciéndo?
-Que estoy enamoradísimo de Agathe. No lo puedo evitar. Me gusta todo de ella. Es tan guapa, tan dulce, tan valiente, tan inusual. La quiero un montón...
Me quedé alucinando. Y cuando nos acercamos, sigilosamente, lo ví.
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¡Hola! Este capítulo me ha quedado un poco flojo, ¿no? Aún así, espero vuestros comentarios :D
 ¡¡Gracias por leer lo que escribo!!
Un saludo,
La autora*